La Latina y el Mediterráneo:
Un cuento corto sobre el día que conocí al amor de mi vida: Moshe.
Han pasado ocho abriles.
Ocho abriles desde que decidí mantenerme célibe. No estaba segura si esperaría hasta el día en que me casara, si es que algún día decidía casarme, o si sólo aguantaría mientras mis instintos me lo permitiesen.
De lo que sí estaba segura es que sería muy difícil deshacerme de mi virginidad; la había guardado por tanto tiempo que se había convertido en algo importante, algo preciado, revalorado, como un terreno con los años.
“No me gusta… No me gusta… No me gusta… Um… Su nariz…”
Decía para mí misma mientras pasaba frívolamente, como las páginas de un catálogo, los perfiles de los hombres en mi pantalla. Aún no me acostumbraba a aquella forma tan fría de conocer personas, pero me había convencido a mí misma que era altamente efectivo y, si había algo que podía hacerme cambiar de parecer sin importar qué, era ser más efectiva.
Además, si había una parte del cuerpo de un hombre con la que me deleitaba, era la nariz… Así que, ¿cómo podría resistir aquella que admiraba en ese momento? Tal vez era mi pasión por los olores, o el hecho que era el centro de la cara, el punto de balance que provee personalidad y jamás podré negar, aprecio mucho el balance.
Ese hombre tenía una nariz magnífica.
En ese momento hubiera deseado poder tocar la foto y sentir la afilada curvatura en el centro de su exótico rostro, así que sin dudarlo examiné el resto de sus fotos.
⎯ Usa lentes… Eso me gusta ⎯ dije en voz alta.
Tenía un gusto muy particular por los hombres con lentes.
No me tomó mucho tiempo apretar el botón que marcaría mi gusto por el bronceado rubio en mi pantalla, el que tenía un nombre que apenas podía pronunciar.
Moshe.
Tal vez la última letra era muda o quizás tendría alguna forma elegante de pronunciarlo… Me fui por el francés, después de todo tenía mucho tiempo sin practicar, así que, como un susurro dije su nombre una vez más… Moshe.
Yo le gustaba.
Vi su foto casi salirse de la pantalla cuando descubrí que él estaba interesado en mí. Debo admitir, mi ego se agrandó un poco más.
⎯ Hola ⎯ le dije al extraño.
Nunca me molestó dar el primer paso. Nunca.
⎯Hola ⎯ respondió casi instantáneamente.
⎯ ¿Cómo estás?
⎯ Bien. Poco aburrido.
Él no parecía escribir muy bien, su ortografía era cuestionable y yo trataba de no perder la motivación debido a su gramática, no tenía ganas de sentarme a llorar a esa hora de la noche, así que respiré profundamente y suspiré sintiendo un dolor casi físico mientras leía sus mensajes. Me pregunté sería demasiado perezoso para revisar su escritura o si simplemente no dominaba el idioma. Decidí tomar la segunda opción y calmé al monstruo del español que vivía en mí.
⎯ ¿Por qué? ⎯ Pregunté inocentemente.
⎯ ¿Quieres encontrarme?
Mi cerebro detuvo cualquier intento por continuar escribiendo apenas leí aquellas palabras.
Eso fue rápido.
Y directo.
Bastante directo.
Borré el mensaje a medio escribir que planeaba enviarle y para su gesto impulsivo, utilicé una pregunta aún más impulsiva.
⎯ ¿Ya?
⎯ Sí, ¿quieres?
Me tomé otro descanso mental. Eran casi las ocho de la noche y estaba acostada en mi cama viendo series en el internet, casi lista para tomar mi baño de la noche y ponerme mis piyamas.
⎯ ¿Dónde?
¡¿Qué diantres había hecho?! ¿En serio pretendía encontrarme con un extraño en mitad de la noche?
⎯ ¿Qué tienes en mente? ⎯ Continué con el interrogatorio.
⎯ Ven a mi casa.
⎯ ¿Qué hay de bueno allá?
Podía sentir el incremento del riesgo con cada mensaje que enviaba.
⎯ ¿Qué quieres hacer?
⎯ Bueno, nunca me ha molestado hablar y pasar un buen rato… ¿Con quién vives?
⎯ Solo.
⎯ ¿Dónde vives?
Él estaba hasta el otro lado de la ciudad, debería manejar al menos treinta o cuarenta minutos para llegar allá… Realmente no podía creer que en serio estuviera considerando encontrarme con él.
⎯ Podemos pasarla bien… Hacemos lo que tú quieras.
Y en ese momento, la posibilidad de ser brutalmente violada, luego asesinada y desmembrada en una casa en el medio de un residencial de ricos, se volvía muy real cada vez que inconscientemente aceptaba la propuesta de aquel hombre… Definitivamente no era la forma como esperaba llegar a los titulares algún día.
Comencé a preguntarle algunas cosas, después de todo, ¿de qué hablaríamos cuando llegara a su casa? Bueno, si es que me decidía a continuar con aquella locura.
Mis sospechas eran correctas, él era extranjero, lo cual me atraía aún más, quizás, lo suficiente como para darme el coraje para tomar la decisión y continuar con la no planeada visita, pero, al mismo tiempo me hizo desarrollar muchas hipótesis, incluyendo que él podía ser algún tipo de asesino en serie que usaba la tecnología para atraer mujeres y satisfacer sus necesidades.
Una visita peligrosa.
Estaba aburrida en casa, con la pantalla de mi computadora frente a mi, destellando al igual que la televisión a pocos pies de mi cama, sin contribuir ni un poco a cuidar el ambiente.
Tenía calor y estaba frustrada.
Hacía mucho tiempo desde la última vez que algo interesante me pasaba.
Seré honesta.
Hacía mucho tiempo desde la última vez algo me pasaba.
Punto.
Por alguna extraña razón estaba temblando, sin embargo, sin pensarlo mucho escribí las palabras que marcarían mi destino esa noche, para toda mi vida.
⎯ Está bien… Vamos a vernos.
⎯ Perfecto.
⎯ Sólo necesito una hora para arreglarme… ¿A qué hora nos vemos?
⎯ A 10… ¿Bien?
Y aunque estaba a punto de cortar mis venas metafóricamente o al menos bloquearlo por no utilizar un corrector de gramática. Decidí levantarme de mi cama y tomar una ducha antes de salir… Bajo cualquier eventualidad, debía estar limpia.
Miré en mi closet, ¿qué sería apropiado para tal ocasión?
Algo cómodo.
“Podrías ser asesinada esta noche”
Me recordé a mí misma cínicamente.
“Usa algo con lo que puedas correr fácilmente.”
Tuve que darle una bofetada a mi conciencia para que me dejara en paz. Si realmente quería ser una gran escritora, necesitaba experiencias, sin importarme cuan arriesgada, rara o estúpida pudiera ser.
Necesitaba material para escribir.
Tenía un bloqueo mental.
Zapatillas.
Sí, usaría zapatillas… Y un par de jeans… Y también un suéter cómodo. Tal vez esa sería la noche en la que pondría a prueba a la atleta en la que me había convertido.
“Una patada en la entrepierna y corre lo más rápido que puedas.”
Aquél era mi plan de supervivencia.
Tomé mi ropa y me la llevé al baño colgando de mi hombro, la puse sobre el estante de las toallas y me metí a la ducha.
El agua fría me pegó fuertemente.
Eso se sintió bien.
Necesitaba relajarme antes de salir y el agua sobre mi piel lograría cumplir la misión, al menos por esa noche.
Me puse mis guantes de baño y limpié mi cuerpo con jabón aromático… Necesitaba de la limpieza.
Siempre necesitaba de la limpieza.
Estaba tentada a tomar mi máquina de rasurar, pero antes de si quiera estirar mi mano, decidí no hacerlo. No había forma que tuviera sexo con él aquella noche.
Yo era célibe.
Habían pasado ocho años desde que tomé una decisión definitiva.
No, no habría manera que yo me acostara con aquél extraño esa noche. Sólo iría a su casa, pasaría un rato con él y me iría.
“¿Debería depilarme ante la posibilidad de ser violada hoy?”
Pero, ¿qué clase de pensamiento era ese? Mi lado independiente no permitiría que siguiera pensando de esa manera tan absurda.
“No vas a ser violada hoy… Deja la paranoia.”
Respondió mi mente instantáneamente, tratando de ser positiva.
Terminé mi baño, pero el agua no limpió mi preocupación.
¿Por qué estaba haciendo esto?
Una gran parte de mi seguía diciendo que era arriesgado, loco y muy, pero muy estúpido, sin embargo, otra gran parte me motivaba a hacerlo y estaba ansiosa por probar una nueva experiencia.
“Bueno, si me asesinan hoy… Que así sea.”
Me dije a mí misma mientras me miraba al espejo, al acomodarme mi collar favorito de perlas perfectamente sobre mi suéter. Si iba a morir, al menos lo haría con estilo. Negro sobre perlas, simple pero elegante… Me pregunté si podría utilizar mi collar como un arma… También apropiado para un funeral… Y traté, por undécima vez, de despejar mi mente, en el peor de los casos, saldría en las noticias.
“Una mujer de veintiséis años fue brutalmente asesinada en una casa a medianoche después de encontrarse con un completo extraño.”
Podía visualizar el encabezado, definitivamente sería el hazmerreír de mi país por un rato, sin embargo, vendería muchas copias de los periódicos así que sería algo así como una escritora famosa vendiendo muchos ejemplares… Bueno, más o menos.
Le envié un mensaje confirmando que iría y mientras esperaba porque respondiera, busqué la dirección en internet.
No tenía idea dónde estaba la casa bueno, conocía el área, pero no tan bien como para llegar directamente sin la posibilidad de perderme… Estaba más asustada que un pavo en navidad.
Me confirmó el encuentro, aunque me pidió verlo un poco más tarde, tenía algo que hacer. Parecía importante.
⎯ Lo siento, pero debo preguntarte… ¿Eres alguno de los siguientes: asesino en serie, narcotraficante o violador?
Estoy segura que se rio con mi pregunta.
⎯ No. Soy un buen hombre.
Seguramente así respondían todos los asesinos seriales, o los narcotraficantes y violadores.
⎯ Entiendo tu preocupamiento ⎯ continuó.
⎯ Es la primera vez que hago algo así ⎯ confesé.
⎯ No te preocupes.
⎯ Ok, te voy a creer.
Iba a hacer esto.
Punto.
Diez y media; esa sería la hora en que moriría, por supuesto si planeaba matarme apenas llegaba, tal vez me torturaría antes de aniquilarme.
“No más películas de horror para ti, señorita”.
Me regañé, apagando de una vez y por todas al lado fantástico de mi cerebro.
Adrenalina.
Manejé con mis audífonos puestos y dejé que mis canciones favoritas hicieran su magia. James Blunt siempre me ayudaba.
Iba cantando, aún asustada, pero gradualmente iba dejando mis miedos de lado, haciendo espacio para una nueva y deliciosa emoción; aquella experiencia sería como lanzarse en paracaídas o nadar con tiburones.
Instintos tan agudos que ni siquiera necesitaban de la vista para ser los depredadores que eran. Estaba pensando en cómo ellos destruyen a sus presas, así que si ese hombre se atrevía a hacer algo en contra de mi voluntad me convertiría en un tiburón blanco, mi animal favorito en todo el mundo.
Paré de vagar por los lugares más bizarros de mi mente, que a veces eran demasiados, y comencé a concentrarme en el manejo y le permití a mi mente fluir en pensamientos mundanos.
Y pensé en mi cumpleaños, no había manera en que me lo perdiera ese año. Cumpliría veintisiete y quería algo especial; ordené un corsé que me llegaría la semana siguiente, así que no podría morir sin usarlo para mi cumpleaños. Lo quise por mucho tiempo, desde que era una adolescente… Qué pensamiento tan vanidoso.
Decidí no pensar… Claro, porque mi Descartes interno podría dejarme vivir en un mundo sin pensamientos. Me reí conmigo misma ante mi sarcasmo con un toque intelectual.
Una llamada finalmente me interrumpió.
Solté mis audífonos y contesté.
⎯ Hola ⎯ dije.
⎯ Hola ⎯ respondió él ⎯ … ¿Viene?
Ese acento.
⎯ Sí, voy en camino.
⎯ ¿Sabes dónde ir?
⎯ En verdad no, estoy un poco perdida.
⎯ ¿Tienes GPS?
⎯ No…
⎯ ¿Y cómo llegas?
⎯ No te preocupes… Soy buena encontrando lugares… Estoy cerca, yo llegaré.
⎯ Ok… Te veo pronto.
⎯ Ok ⎯ colgué.
Mi corazón estaba latiendo fuertemente cuando comenzó a llover y mi vista se nubló por la delgada capa de neblina que cubría mis ventanas. Era un poco difícil manejar así.
⎯ No me voy a chocar… Al menos tendré la decencia de llegar a él en una pieza para que me descuartice luego.
Pronunció mi lado pesimista en voz alta.
Manejé por una calle y luego por otra, realmente no estaba clara a dónde debía ir. Todo lo que sabía es que debía buscar una casa roja.
Roja.
Como la sangre.
La sangre que corría en mis venas en este momento, congelándose desde adentro, gracias al aire acondicionado.
Subí un poco la temperatura.
Mejor.
Seguí la dirección en la que estaban estacionados algunos autos sobre la vía, esa táctica no me fallaría de seguro. Recordé mis largas caminatas por la ciudad, las que extrañaba tanto. Solía caminar sin rumbo por los recovecos que llamaban mi atención. Esa noche estaba haciendo algo similar.
Unos metros más adelante vi a un chico entrando a su casa. De inmediato me detuve, bajé la ventana y le grité.
⎯ ¡Buenas noches!
⎯ Hola ⎯ respondió él luciendo asustado y sorprendido.
⎯ Disculpa… ¿Sabes dónde queda la calle Morgan?
El rápido cambio en su expresión facial me anunció su respuesta antes de si quiera abrir la boca.
⎯ No tengo idea… ¿Sabes algo más?
⎯ Sólo sé que debo ir a una casa roja en la calle Morgan.
⎯ Um… Bueno, no sé dónde queda la calle Morgan, pero creo que he visto una casa roja en una de estas calles que viene… Sólo sigue el camino…
⎯ ¿Sólo hay una casa roja por aquí?
Después de pronunciar aquella pregunta comprendí lo tonta que podía ser… Aquella era un área residencial muy grande, debía haber varias casas rojas… O tal vez no.
⎯ No estoy seguro… Sigue manejando por la vía.
⎯ Ok. Gracias.
No estaba segura si las medias instrucciones serían de ayuda, pero no sería una malagradecida con el chico, así que sólo sonreí y seguí mi camino.
Me mentalicé en que si encontraba la casa sería porque estaba destinada a encontrarla y si no, bueno, me daría vuelta y regresaría a mi casa.
En ese momento acepté lo que estaba escrito para mí.
Pocos minutos después me topé con una casa color ladrillo, aquello definitivamente debía contar como rojo. Las luces del porche estaban encendidas y había un sedán blanco estacionado afuera. Había un poco de alboroto.
Llamé a su teléfono.
No respondió.
Volví a llamar.
Tampoco respondió.
“Aún estás a tiempo de arrepentirte.”
Pensé.
Y a pesar de mi escepticismo, decidí llamar una vez más; la tercera era la vencida.
⎯ Disculpa… Estoy ocupado ⎯ respondió ⎯ … Dame un minuto. No te vayas.
Sonaba un poco agitado. Ni siquiera me dio tiempo de responder.
Estacioné mi carro un poco más adelante, sin interferir con la salida de la casa y ajusté el espejo retrovisor para poder mirar directamente a la puerta.
Y lo vi.
No esperé que fuera tan… Exótico.
Se acercó y tocó en la ventana del asiento del pasajero. Nerviosamente, muy nerviosamente, la abrí.
⎯ Eres muy hermosa.
Esas fueron las primeras palabras que me dijo al verme por primera vez.
Me sonrojé.
Suavemente acarició mi rostro.
Sentí la extensión de su roce en lugares donde nunca me habían tocado antes.
¿Qué estaba pasando?
⎯ Necesito quince minutos… Tengo que ver a doctores ahora… No es mucho tiempo. No te vayas.
Debo confesar que eso sonó un poco mandón.
⎯ Ok ⎯ dije simplemente.
Y él me sonrió.
Juro que Moshe era el hombre más sexy que había visto nunca y en mi vida había visto muchos hombres sexis. Su piel tenía un tono dorado que se mezclaba perfectamente con el cenizo color de su cabello rubio. Sus mejillas cinceladas parecían hechas a mano, como las de una estatua, como el David de Miguel Ángel, adornado por la sombra de su barba que complementaba esa cara tan masculina… A primera vista sus rasgos eran todo lo que una imagina que un hombre debería ser.
Su nariz.
Su nariz era perfecta, grande y afilada, sin punto de interrupción, liderando el camino hasta sus tupidas cejas que enmarcaban esos penetrantes y expresivos ojos verdes, aquellos que terminaban en largas y gruesas pestañas.
No pude decir mucho más cuando lo vi, no solo porque él estaba apurado sino también porque realmente no podía, físicamente no podía… Creo que perdí la habilidad de hablar por un segundo… Verlo por primera vez me había sacado de mi misma, estoy segura que me salté un latido de mi corazón cuando lo vi a través de la ventana.
Me recosté en el asiento y suspiré, recliné mi cabeza en el respaldar, todos mis miedos se habían perdido en las líneas de su simétrico rostro.
Miré hacia atrás y lo vi hablando con un muchacho en una moto, mientras que el sedán blanco se alejaba… ¿Era un rabino en el asiento delantero?
No pude ver bien, además mi concentración estaba dirigida a él, despidiendo al motorizado que se iba para luego caminar de vuelta a hacia mi auto.
Él trató de abrir la puerta, pero estaba cerrada.
Abrí.
Moshe entró y se sentó junto a mí.
⎯ Eres tan hermosa ⎯ repitió con su fuerte acento Mediterráneo.
Me tomó por la cara y de repente me besó.
Sentí sus cálidos labios sobre los míos, su lengua encontró un camino dentro de mi boca y honestamente, no sabía qué hacer con ella… Había besado a otros antes, pero en ese asunto aún era muy inexperta.
Me dejé guiar por sus movimientos y lentamente me adapté a él.
Él tenía el sabor del jugo de naranja, mi jugo favorito en todo el mundo.
Se separó de mí y volvió a sonreír.
⎯ Ven ⎯ me dijo.
Aturdida, salí del auto sin tomar nada más que mis llaves y mi teléfono.
⎯ ¿Fue fácil encontrar mi dirección?
⎯ Más o menos… Tuve suerte; encontré a un chico que me ayudó.
Ni tanto, en verdad encontré su casa casi por arte de magia.
⎯ Bien… Vamos arriba.
Extendió su mano y me llevó hacia el segundo piso.
Subí y me encontré con una pequeña sala de estar. Estaba segura que pasaríamos un rato allí, dejé mis llaves y mi teléfono sobre una mesa al lado del sofá.
⎯ Dame un segundo… Tengo que ver al paciente.
⎯ Ok.
¿Cuál paciente?
No me permití pensar mucho al respecto.
Miré a mi alrededor mientras bajaba por las escaleras, inspeccioné el área e inconscientemente busqué por cualquier artefacto que pudiera parecer extraño… Sin embargo, todo parecía ser extraordinariamente aburrido.
Eso era positivo.
Volvió y tomó mi mano.
Y me besó otra vez.
En serio, ¿qué estaba pasando?
No podía pensar.
A penas podía respirar.
⎯ Ven ⎯ dijo llevándome a su cuarto, justo al lado de la sala.
En ese momento muchos pensamientos corrieron por mi mente tantos, que tengo vagos recuerdos de lo que pasó.
Estaba en su cuarto, y casi podía escuchar a su cama llamándome y él, definitivamente queriendo llevarme a ella.
“No vas a tener sexo esta noche.”
Esa iba a ser mi mantra, pero los labios de Moshe sobre los míos eran tan intensos, tan abrumadores, tan… profundos… Ellos me hacían dudar.
Apretó mi cintura y presionó su cuerpo contra el mío; podía sentir la abrasante temperatura de su piel a través de su camisa de rayas y sus jeans.
El no dejaría ir a mis labios y yo no dejaría ir los suyos.
Había planeado mi primera vez tantas veces en mi cabeza y aquella, estaba muy lejos de ser la visión que tenía. Moshe era fuerte y apasionado, la forma en como me tocaba con sus manos desnudas era firme, nunca había estado cerca de un hombre tan… masculino.
Era como leer una novela erótica.
Se sentó en la cama y me colocó sobre sus piernas. Instintivamente lo envolví con las mías y él tomó ventaja de mi movimiento para poner sus manos dentro de mis pantalones.
Qué delirio…
Tiró de mi ropa interior y la fricción cortante fue enloquecedora; mi cuerpo era tan sensible.
Yo quería más de ese hombre.
Yo quería más de Moshe.
No necesitábamos palabras para comunicarnos, yo podía sentir cómo su cuerpo me hablaba a través de sus caricias.
Y metió sus manos dentro de mis pantalones por completo y comenzó a tocarme, suave pero firmemente y sin mucho pensar, comencé a moverme sobre él, dejando que mi entrepierna entrara en contacto con la suya sobre la ropa… Era natural hacerlo.
Él siguió besándome y me encantaba.
⎯ Eres tan hermosa ⎯ pausó por un momento para mirarme.
⎯ Gracias ⎯ respondí sonriendo y hundiéndome en sus labios una vez más.
Había leído muchas veces que los hombres decían palabras bonitas para obtener sexo de las mujeres, pero él estaba a punto de obtenerlo, no necesitaba decirme nada, así que le creí, de la misma manera como lo hice cuando me dijo que era un buen hombre. Podía apreciar su honestidad en el brillo de sus ojos y en la forma en cómo me besaba.
Se inclinó hacia atrás, dejándome de cabeza, fuera de la protección de la cama.
⎯ No me quiero caer ⎯ dije escapando de sus labios.
⎯ Entonces agárrate fuerte ⎯ volvió a sonreír.
Se levantó, alzándome con él.
Eso era impresionante.
Él levantó mis sesenta y cinco kilos en el aire y aun así pudo seguir besándome y acariciándome con la intensidad que lo hacía cuando aún estábamos sobre la cama.
Se dio la vuelta y me colocó sobre el colchón.
Ya era muy tarde.
Iba a perder mi virginidad aquella noche.
Yo quería todo con él.
Él se quitó la camisa y me dejó admirar su pecho, invadido por algunos vellos que lo hacían ver aún más masculino. Sus pantalones y su ropa interior habían desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Pude contemplar su esbelta desnudez, claramente emocionado por estar cerca de mí.
Su erección no lo dejaría mentir.
⎯ Eres tan hermosa ⎯ repitió justo antes de atar mis labios con los suyos una vez más.
Se separó de mí y me quitó la ropa tan rápido que casi no pude notarlo.
Debo confesar que me sentía apenada que me viera desnuda, estoy segura que estaba sonrojada, aunque la luz amarilla debía esconder el escarlata de mis mejillas.
Lo que dijo a continuación me calmó y lavó cualquier trazo de timidez que pudiera sentir en ese momento.
⎯ Eres realmente hermosa.
La manera de mirarme era tan profunda, ningún hombre me había mirado de esa forma antes, aquello era nuevo para mí… Realmente era mi primera vez.
Sin embargo, se sentía antiguo, como si ya nos hubiéramos conocido antes.
⎯ ¿Qué tal si te digo que es mi primera vez?
Él se paralizó e inmediatamente paró cualquier caricia.
⎯ ¿En serio? ⎯ Preguntó asustado.
Sonreí.
⎯ No puede ser… ¿Eres en serio?
Continué en silencio.
Asentí finalmente.
⎯ Soy célibe ⎯ expliqué brevemente.
Él estaba perplejo.
⎯ ¿Por qué? ⎯ Preguntó fuera de sí.
Moví los hombros para indicar mis dudas, en ese momento no estaba segura por qué seguía siendo célibe.
Moshe respiró profundamente y me miró.
⎯ No sientas pena.
Sonreí.
Acarició mi mejilla y bajó, hasta llevar su mano a mi estómago, cada trozo de piel que sus manos tocaban explotaba. Su toque se sentía inmaculado contra mi piel.
Se acostó a mi lado mientras me besaba y seguía tocando cada centímetro de mí.
Me moví hasta su cuello, quería morderlo.
⎯ Quiero sentir tus labios ⎯ suspiró.
Inocentemente lo besé.
Negó con la cabeza mientras lo miraba fijamente.
⎯ Quiero sentir tus labios.
En primera instancia no había captado el mensaje, pero luego de ver el fuego en sus ojos verdes, todo tuvo sentido.
⎯ ¿Abajo? ⎯ Pregunté insegura.
⎯ Abajo.
Él respondió tocándome entre las piernas.
Estaba nerviosa pero también me había llenado de valor. Estaba a punto de dejar que mi hombre me complaciera, sí, no importaba que pasara esa noche, Moshe era mi hombre. Si solamente lo vería ese día, no importaba, él era mío y únicamente mío.
Él trazó un camino de besos desde mis labios hacia mi cuello, y luego pausó un momento en mi pecho antes de seguir bajando.
Y me besó.
Me tenía apresada en su boca y no pude evitar gemir.
A él le gustaba, podía notarlo por la intensidad con la que introducía su lengua en mí.
Yo era su caramelo personal, refrescando el calor que sentía.
⎯ Eres deliciosa ⎯ dijo mirándome desde abajo ⎯ … Mírame… Quiero que me mires.
Moshe podía ser fuerte, arrasador e incluso salvaje, pero aquellas palabras sonaron tan dulces en mis oídos. Tuve la impresión que su objetivo fue conectar su mirada con la mía, más allá de la lujuria que podía sentir.
Lo miré mientras seguía como un niño pegado a una paleta y no quería que se detuviera. Pasé la mano por su cabello mientras me besaba aún más profundo y lo dejé hacer de mi lo que quisiera, sin embargo, en cierto modo me sentía poderosa por tenerlo entre mis piernas sometido a mis deseos. Nada podría detenerme en ese momento.
No era ninguna experta en el tema del sexo, pero aquello era delicioso.
Después de un rato nos recostamos sobre las almohadas y comenzamos a hablar, él siguió acariciándome y me hizo sentir cómoda, como nunca me había sentido antes.
⎯ ¿Por qué no me penetraste?
Sonrió.
⎯ Tu pureza es tuya ⎯ besó mi mano.
⎯ No estoy segura si entiendo bien.
Se notaba que le costaba hablar, pero apreciaba el esfuerzo que hacía por comunicarse en mi idioma.
⎯ No puedo ⎯ pausaba para pensar sus siguientes palabras ⎯ quitar… tu pureza.
⎯ ¿Por qué?
⎯ Yo quisiera… hablar español bien como hablo hebreo… y expresar lo que yo siento.
⎯ Inténtalo.
⎯ Tú eres pura y yo quiero estar contigo, pero hoy no.
No supe qué decir.
⎯ Cuéntame de ti ⎯ me pidió.
Le hablé de mí y de las cosas que hacía, las cuales eran muchas. Le conté que me gustaba escribir y que estaba en espera de una respuesta para escribir para un importante periódico de la localidad. Pude ver que estaba impresionado por mi manera de hablar.
Para ser un hombre que llevaba a penas unas cuantas horas de conocer, podíamos hablar fluidamente ⎯ a pesar de la barrera del idioma ⎯ y por largo rato. Me sentía completamente cómoda con él, aun cuando exponía mi desnudez ante él.
Él me contó que acaba de llegar, que planeaba mudarse y también me explicó el alboroto con los doctores cuando llegué.
Estaba serena.
Él era médico y estaba abriendo un centro de rehabilitación privado con algunos socios.
Encontré su causa muy noble, ayudar a las personas con problemas de adicción, aun cuando era un servicio privado, ayudar a otros era una de mis mayores pasiones y conocer a alguien que ayudaba a mejorar la vida de otros, me impresionó.
⎯ Esta noche yo pensaba que iba a tener sexo con una chica… Nunca pensé conocer a una mujer tan inteligente y hermosa como tú… Lo que pasó no es el fin, es el principio ⎯ dijo.
No sabía cómo responder a algo así, la verdad era que yo no sabía qué quería o qué estaba buscando, yo solo sabía que disfrutaba de cada momento, sin importar cuanto durara.
Yo quería vivir una experiencia.
Sólo sonreí y acaricié su mano.
⎯ Tú y yo tenemos conexión.
No quería que hablara más, no estaba segura de cómo reaccionar. Había demasiados pensamientos dando vueltas por mi mente.
⎯ ¿Te puedo preguntar algo?
⎯ Sí ⎯ dijo sonriente.
⎯ ¿Por qué me besaste? Cuando llegué…
Movió su cabeza dubitativo.
⎯ No lo sé.
⎯ ¿Qué quieres decir con que no lo sabes?
⎯ No lo sé… Cuando te vi, no pude resistir… Yo sentí que tenía que besarte y eso hice.
⎯ Entiendo.
⎯ ¿Por qué no paraste?
⎯ No lo sé… No estaba pensando… En verdad yo creía que venía aquí para ser asesinada o violada o algo… No esperaba… esto.
Él se rio.
⎯ No sé por qué te besé… Tú me impactaste… Yo pensaba que iba a hacer con una…
Se detuvo.
⎯ ¿Con una qué? ⎯ Fruncí el entrecejo.
⎯ Nada… Olvida.
⎯ ¡No! Ahora dime ⎯ coloqué mi mano sobre su brazo para reafirmar mi interés ⎯. Quiero saber… Pensaste que ibas a estar con una…
⎯ Por favor no te ofendas, pero yo pensaba que ibas a ser una chica sucia.
⎯ ¿Sucia?
Me esperaba cualquier adjetivo menos ese.
⎯ ¿Qué quieres decir con sucia?
⎯ Quiero decir, no sucia de verdad… Pensé que eras muy tercer mundo.
Me reí. Me causaban mucha gracia sus palabras.
⎯ Vivo en un país de tercer mundo, pero no soy para nada tercermundista.
Él me besó.
⎯ Quiero que escribas para mí.
⎯ ¿Qué cosa?
⎯ Lo que sientes esta noche.
⎯ ¿Todo?
⎯ Sí. Quiero leer lo que sientes por mí y entender.
Sólo pude sonreír y asentir para luego dejarme hundir en sus brazos nuevamente.
Aquella noche pasé de pensar que sería brutalmente violada, asesinada y luego desmembrada en un residencial de ricos, a sentirme cómoda en cama con un hombre, un hombre que encajaba en el rol de macho alfa perfectamente, un hombre que no hizo muchas preguntas, pero tomó lo que quiso de mí y me encantó.
Después de muchas conclusiones a las que llegué en pocas horas antes de ese momento, pensé que la más importante fue la que elaboré cuando él me dio un beso de buenas noches en el porche de su casa, tan apasionado y dulce como el primer beso que me dio cuando estábamos en el auto.
Resolví que inequívocamente y sin lugar a dudas había encontrado al amor de mi vida, él era un médico hebreo que acababa de llegar y que había conocido a través de una frívola aplicación de internet.
Él no hablaba mi idioma, sin embargo, podíamos comunicarnos de una forma que traspasaba las palabras.
Y escribí.
Escribí para él un relato que contaba todo lo que sentí esa noche, todos mis miedos que se vieron aplacados por el toque de sus manos, como las mismas manos que le redactaron un cuento corto para que él pudiera entender lo que le era difícil escuchar de mis labios.